"Memorabilia caribeña"


 


Si se hala el hilo de la historia del Caribe, este nos lleva hasta la llegada de Colón a la isla de San Salvador en 1492, si se sigue halando nos introduce en la prehistoria y nos lleva al tránsito de los nativos entre las islas, a la migración continua que introduce en el caribe su esencia primaria: El tránsito, el movimiento y la migración, elemento que marcan desde sus inicios el ADN originario de la región.



El movimiento continuo que impregna al caribeño y que escala desde el individuo hasta las "estructuras" sociales que crea y conforma cada una de las islas que lo componen lo obtiene del deseo de cambio, de su intuición y del movimiento que nos ha permitido la geografía de la región y las distintas tribus que la habitaban. Mezcla que da origen al otro elemento fundamental: La flexibilidad; esa capacidad de adaptación que se pone de manifiesto en cada temporada de huracanes o en el movimiento natural del mar*1, metáforas imprescindibles en la conformación de nuestra cosmogonía regional.


Estas flexibilidad caribeña se ponen de manifiesto de nuevo al momento de la traída de los esclavos africanos a la región por parte de los colonizadores, grupos enormes de personas que en algunos casos eran mayores que los habitantes locales se integraron sin enfrentamientos y sólo en casos excepcionales, como los yoruba en Cuba, se mantuvieron en sociedades cerradas del tipo que se acostumbra en África y Europa. 

En el resto de casos el sincretismo, la mezcla y el diálogo fue la norma. El diálogo se dio tanto entre los aborígenes locales y los recién llegado como entre los mismos esclavos de las diferentes tribus africanas que llegaron al Caribe, los que abandonaron en gran medida la hostilidad que marcó su vida en África.

Los esclavos conocieron el tabaco, los areítos, la guira, las nuevas palabras y la nueva geografía, pero sobre todo comprendieron en su mayoría ese movimiento y flexibilidad que fue creciendo y creciendo al alimentarse de la riqueza de los aborígenes para unirse con más fuerza que nunca.   


La flexibilidad, la que a lo largo de la historia ha sido nuestra mayor fortaleza, nos ha evitado los choques "de tú tú" con los imperios que de manera continua han desarrollado sus estrategias de dominación en la región. Inclusive en muchos casos se ha doblegado al dominador, el cual "se aplatana" seducido por la idiosincrasia y ritmos locales incapaces de enfrentar, con su pensamiento rígido, la fuerza inesperada e indómita de una cultura caribeña que muestra en la música y la poesía su poder ancestral.


Nuestra identidad es el reflejo en un espejo roto, una descomposición fractal de hechos y manifestaciones culturales que solo se recomponen en nuestra memoria, la que crea con esta información una emoción de pertenencia y de comunidad que ha permanecido sin fisuras, sin centros neurálgicos donde atacar, donde cada en la que el caribeño gana de manera irreversible por su conocimiento del terreno.

El movimiento, la fragmentación y la reformulación continua, flexible y llena de esquivamientos nos hace inatrapables frente al "otro". Por esto se hace tan difícil de hablar de identidad caribeña desde la perspectiva del pensamiento occidental, donde entienden la identidad de manera cerrada, fija, inamovible, llena de rechazo a lo diferente y siempre dispuesta a inmolarse en odios y guerras frente al "otro",creyéndose de depositarios de características culturales, raciales superiores a cualquier otro que no pertenezca a su limitada tribu. 

La "identidad caribeña" está colocada en las antípodas de la occidental, es el movimiento, la aceptación, el tránsito, la curiosidad por lo nuevo, nuestras expresiones dialogan de manera polimórfica con el presente desde sus orígenes sin perder la perspectiva del devenir del tiempo; no frente al futuro, que es un término occidental, rígido e inoperante en el marco del pensamiento caribeño.

En la memoria, como dijimos, es la que recompone esta realidad fractal y cultural que nos engloba, lo que coloca a la memoria como un eje fundamental del proceso, donde el hilo que se hala deja de traer hacia nosotros hechos y acontecimientos y los mismo se convierten en signos que conforman la cosmogonía de la memorabilia caribeña que va esbozando los puntos cardinales culturales.


Manolo Rodríguez Vidal

memoriaycultura@gmail.com

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